viernes, 15 de marzo de 2013

EL TRABAJO DE LAS NIÑAS EN EL ÁREA RURAL


Por Victoria Mamani

Las niñas en el campo trabajan desde muy temprana edad; ayudan en la cocina, en la agricultura, en el pastoreo de animales; recogen leña para cocinar, cuidan a sus hermanitos y hermanitas menores, lavan la ropa. Trabajan en todos los quehaceres de la casa, porque se considera que estas obligaciones son sólo para las mujeres, aunque sean niñas.

Actualmente, el Código del niño, niña y adolescente establece el derecho a la educación, y la ley educativa, la Avelino Siñani – Elizardo Pérez, en su artículo 1(Mandatos constitucionales de la educación), numeral 1, indica que Toda persona tiene derecho a recibir educación en todos los niveles de manera universal, productiva, gratuita, integral e intercultural sin discriminación.

Pero esto no se cumple en área rural y pareciera que seguimos en el siglo pasado e incluso más atrás. Las mujeres seguimos siendo discriminadas; son pocas las mujeres jóvenes que terminan el bachillerato y aún hay preferencia para que el hijo varón tenga profesión o, al menos, termine el colegio.

Este es uno de los usos y costumbres que persisten en los pensamientos absurdos y machistas de los hombres, y es más claro en el área rural, que las mujeres estamos destinadas a servir al varón y a cuidar a los hijos, y que, por lo tanto, no tenemos derecho a la educación.

Pero también persiste la decisión de muchas mujeres de no resignarse a ese destino. Ahí surge la migración de niñas y adolescentes a la ciudad, buscando una mejor oportunidad de superación. Sin embargo, al llegar a la ciudad sus sueños son frustrados y suelen ser víctimas de maltratos. Ellas se emplean generalmente como trabajadoras del hogar o en alguna tienda de venta, en los centros comerciales, en las pensiones y con sueldos muy bajos de 400 o500 bolivianos, cuando el salario mínimo es de mil. Les pagan así con el pretexto de que tienen que aprender. A veces incluso les pagan con ropa y alimentación, pero a eso no se le puede considerar pago. La mayoría de estas chicas, que emigran con la esperanza de seguir estudiando, ni siquiera pueden cumplir ese sueño, porque sus empleadores no se lo permiten.

Los derechos de las niñas y adolescentes emigrantes son vulnerados por sus empleadores, pero también por sus propios padres y madres, que prefieren que estudie el hijo varón y quieren confinar a la hija a la servidumbre.

¿Al respecto quien hace algo? Las instituciones públicas encargadas de velar por los derechos de las personas, hacen su trabajo en las cuatro paredes de su oficina, casi no ven la realidad en que viven las mujeres jóvenes y las niñas.


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