miércoles, 14 de noviembre de 2012

MIGRACIÓN


Por Gaby Mamani

Las trabajadoras asalariadas del hogar emigramos por muchas razones a la ciudad, una de ellas es la falta de oportunidades en nuestros pueblos, ya que el gobierno nacional y el municipal no apoyan a la producción agrícola. En la mayoría de las comunidades producimos para la subsistencia diaria.

Las mujeres que llegan del campo generalmente se emplean como trabajadoras del hogar o se convierten en vendedoras ambulantes, y los varones se dedican a oficios como la albañilería, o se vuelven cargadores o ayudantes del transporte público, entre otras actividades.

Estos trabajos no tienen ningún tipo de seguridad social, es decir que no te garantizan la jubilación, seguro de salud y ni siquiera el salario, pues muchas veces te pagan un monto menor al fijado por ley del Estado Plurinacional.
Si para las personas que viven en las ciudades es difícil encontrar trabajo, para la gente emigrante lo es mucho más, porque debemos adaptarnos al ambiente citadino, al idioma y al ritmo de vida.

Cuando una comienza a trabajar en la casa de una familia, se puede encontrar con distintos tipos de personas, y cada vez que vamos a una casa estamos obligadas a aprender las costumbres de los jefes y nuevamente comienza el proceso de adaptación, que por cierto, no es nada fácil. Algunas empleadoras o empleadores son amables, valoran el trabajo que se realiza en el hogar, pero otros no entienden que también las trabajadoras somos seres humanos que sentimos frío, hambre y dolor; por ejemplo, hay empleadores que cuando estamos enfermas no nos tienen consideración.

Pero la situación empeora cuando eres madre soltera; casi nadie quiere contratar a una mujer sola con hijos o embarazada. Eso es discriminación, pero no se sanciona, cuando hay una denuncia las autoridades fingen que no vieron, ni oyeron nada. Por ejemplo, yo vine cargada de muchos sueños e ilusiones y cuando llegue a la ciudad choque con la maldad de la gente, me costó mucho conseguir trabajo pues tengo un hijito.

De todas maneras, la más grande oportunidad que tenemos es poder estudiar, aunque a los y las empleadoras no les gusta que su trabajadora del hogar les pida ir al colegio; pero las mujeres migrantes tenemos que aprovechar, porque es un derecho que tenemos al que no podemos ni debemos renunciar.

A pesar de todo, quiero decirles a todas las compañeras que están pensando venir a la ciudad o piensan irse al exterior, que analicen si vale la pena dejar todo lo que conocemos en nuestra comunidad, poner en la balanza lo bueno y lo malo de dejar el campo y recién tomar la decisión.

Y tú amiga trabajadora del hogar, no permitas que nadie destruya tu felicidad, pelea cada día para terminar tus estudios ya que son bien importantes para nuestra superación en la vida.

viernes, 26 de octubre de 2012

LA DEMOCRACIA EN BOLIVIA


Por Victoria Mamani

El pasado 10 de octubre Bolivia recordó que desde hace 30 años vivimos en democracia; hombres y mujeres que contribuyeron a recuperar y consolidar nuestra democracia, recordaron a centenares de personas que dieron la vida en este camino y a miles más que sufrieron tortura, cárcel y exilio.

En el transcurso de este tiempo nueve presidentes gobernaron el país sin una bota militar que pisotee la decisión de los bolivianos y bolivianas, a pesar de las crisis económicas, políticas y sociales que hemos atravesado. Y es que a pesar de los 30 años de la democracia, todavía nos falta alcanzar la madurez suficiente para consolidar en su totalidad.

La democracia también se manifiesta en la idoneidad de la función pública, pero estamos muy lejos de eso, ya que en la administración pública impera la demagogia, la corrupción y el abuso de poder, algo que estamos viviendo ahora mismo, con el actual gobierno, que es el uno de los frutos de la democracia que más expectativas generó en el país.

Mucha gente asegura que un presidente elegido por el voto popular no es suficiente para afirmar que vivimos en democracia, porque es gente que se siente perseguida, gente que es acusada de discriminadora por criticar al gobierno de turno, acusada de conspiración contra el gobierno. Y es que la democracia nos da el derecho de disentir, que es no estar de acuerdo con lo que tiene a su alrededor. El voto tampoco es una garantía de que hayamos alcanzado la justicia. Por ejemplo: la violación de los derechos humanos de los y las indígenas que defienden al TIPNIS, en Chaparina, cuando por órdenes del gobierno fueron vilmente maltratados, golpeados por los policías, eso sigue impune; y lo peor es que en lugar de castigar a los agresores y a los responsables, premian al principal responsable de este hecho con cargo de embajador.

Lo que hace el gobierno es perseguir y enjuiciar a los y las dirigentes  indígenas, por ejemplo, por intento de secuestro al canciller David Choquehuanca, cuando toda la población sabe que no fue así. Hechos como estos podemos enumerar por cantidades, en este y en otros gobiernos; pero especialmente es doloroso para muchas personas que sea en este gobierno, porque pensábamos que iba ser diferente por el hecho de que hombre de procedencia indígena asumiera el poder. Pero no fue así.

Las personas que pensamos diferente al gobierno de turno, somos  tildadas de opositoras, de no estar de acuerdo con el cambio y eso me hace pensar que en la democracia en que estamos viviendo no hay la libertad de expresión, porque todo lo que decimos sirve para acusarnos y descalificarnos.

Pienso que la responsabilidad de asegurar mayor equidad y justicia entre bolivianos y bolivianas está en nuestras manos y no en los partidos políticos. Es importante eliminar las brechas que aun separan a quienes gozan de todos los privilegios, de quienes sufren el atropello de sus derechos más elementales; asumir con transparencia y honestidad la determinación de construir el estado plurinacional respetando el derecho de los pueblos y naciones indígenas para decidir sobre su propio destino.

Asumir los principios de la paz, el diálogo y el consenso para solucionar los conflictos y las diferencias, y sobre todo aprender a aceptar y valorar a quienes piensan diferente.

En este momento crucial de nuestra historia como país, debemos ser capaces de renovar nuestra decisión de vivir en la libertad, que sólo es posible con el ejercicio, el respeto y la garantía de los derechos humanos, a los que debemos entender no solo desde su dimensión individual, sino fundamentalmente social y comunitaria; de modo que todos estos elementos nos permitan profundizar la democracia participativa en la línea de interculturalidad de la que se habla tanto.

Si asumimos todos  que la democracia permanezca garantizaremos  un futuro de libertad, justicia e igualdad.



jueves, 25 de octubre de 2012

EL PARO DE TRANSPORTE



 Por Victoria Mamani

 El martes 24 se llevó a cabo un paro de transporte contra el anteproyecto de ley Extinción de dominio de vienes a favor del Estado.

Según el gobierno, este proyecto de ley ha sido planteado fundamentalmente para confiscar y pasar a propiedad del Estado los bienes de personas involucradas en narcotráfico,  contrabando, enriquecimiento ilícito, corrupción, entre otras. Es decir que si encontraran droga o contrabando en un vehículo o un inmueble, prácticamente sin lugar al reclamo esos bienes pasan a poder del Estado, en realidad a manos del gobierno que luego dispondrá qué hacer con ese bien. Los choferes indican que esto afectara sus fuentes laborales, por eso fue el paro.  

Este  paro, como cualquier otro, perjudico a la población que tuvo que hacer una serie de sacrificios para llegar a sus fuentes laborales, no sólo a quienes trabajan en oficinas o tiendas, sino también a quienes viven de la venta callejera de todos tipo de productos y también de comida. Estas últimas sobretodo, necesitan  el transporte no solo  para trasladarse de un lado al otro, sino también para llevar su mercadería o sus ollas. Como siempre, de esto se aprovecharon los taxistas y radiotaxistas que han cobrado lo que han querido a sus desesperados pasajeros. Por otro lado, muchos estudiantes  se quedaron jugando  en los tilines e internets con el pretexto de que no alcanzaron a llegar al colegio, y esta es responsabilidad del Ministerio de Educación que no instruyó la suspensión de clases, aunque sea sólo por previsión.

Volviendo al proyecto de ley, al gobierno le gusta fabricar leyes sin consultar a las y los interesados, y en el caso de este proyecto, no sólo los choferes resultarían involucrados, sino todos y todas. En primer lugar, a diferencia del artículo 116 de la Constitución Política del Estado donde se establece que se presume la inocencia hasta no probar lo contrario, en los hechos este proyecto asume que todos y todas estamos metidas en el narcotráfico, en el contrabando o que nos estamos enriqueciendo de manera ilícita. Y prácticamente no deja tiempo para defendernos de sus acusaciones, porque la acusación será directa.

Quién nos garantiza que este poder que quiere tener el gobierno no servirá para atacar a sus opositores, a quienes no están de acuerdo con sus medidas, a quienes creen que hemos sido engañados por un partido que prometió que íbamos a vivir bien, pero que nos está dividiendo, que está sembrando el odio entre la gente, que está amedrentando, que nos está haciendo retroceder como democracia. Quién nos garantiza que esta no es una manera de que el enriquecimiento sea más bien para las mismas autoridades o personas alineadas con el MAS, porque sabemos que hay mucha corrupción en el gobierno y quién nos dice que esos bienes confiscados no se convertirán en propiedad privada o que harán uso y abuso de esos bienes.

Además ya hay una ley de incautación de bienes y si, como dicen las autoridades, el 85% de los bienes incautados vuelven a los narcotraficantes, eso no se debe a que la ley esté mal hecha, sino a su aplicación y a toda la corrupción que existe alrededor del narcotráfico.

Por eso mismo me pregunto, de qué sirven tantas y tantas leyes, si no se cumplen. El mismo gobierno es el primero en violar sus propias leyes. Por ejemplo, la ley contra el racismo y toda forma de discriminación. Digo esto por los casos denunciados  en la dirección contra la discriminación.

Además algunos funcionarios públicos y mujeres que trabajan de mensajeras y recepcionistas, o sea tienen cargos con salarios bajos, son contratadas como consultoras externas por no pagarles sus beneficios sociales como a cualquier trabajador. En los hospitales las enfermeras auxiliares ni siquiera tiene ropa de trabajo, no tiene derecho a la maternidad, no cubren ni las horas extras. Por eso digo que el gobierno es el primer violador de los derechos humanos y de la ley general de trabajo.

Lo mismo pasa con el convenio 189 del trabajo decente para las trabajadoras del hogar que sigue durmiendo en sus escritorios sin haya sido ratificado, esto porque al gobierno no le importa  o porque a las trabajadoras asalariadas del hogar no nos consideran parte de la sociedad, o  para que se sigan vulnerando los derechos laborales de las trabajadoras del hogar, que nos sigan maltratando las y los empleadores del oficialismo, como lo hizo con su trabajadora la hija de la ministra de transparencia Nardy Suxo en Alemania.

Pero cuando se trata de sacar leyes a su favor lo hace de la noche a la mañana. Primero habría que pedirle que cumpla y que haga cumplir las leyes que nos favorecen a las y los bolivianos.

viernes, 19 de octubre de 2012

LA SIEMBRA Y LA COSECHA,UN ENCUENTRO TAMBIÉN IDEOLÓGICO


Por Yola Mamani

La siembra y la cosecha son buenas cuando llueve en su tiempo. Entonces, en las áreas rurales esperamos que llueva, mientras que en las ciudades eso nos es casi indiferente; lo que sí nos preocupa es que los precios de la canasta familiar no suban hasta las nubes, como suele pasar.

Esos dos momentos del año, por lo general coinciden con las fiestas patronales, que se han convertido en la guía para sembrar y cosechar, cuando antes más bien las y los agricultores se guiaban por las señales de la misma naturaleza, como la aparición de algunas aves. Esos días de fiesta y de trabajo son para encontrarnos entre paisanos y paisanas, entre familiares y también amigos y amigas, y compartimos comida y bebida; también conversamos sobre moda, sobre nuestros amores y desamores en las ciudades, adonde emigramos muchas y muchos dejando a nuestros padres y madres, a las abuelas y abuelos. Casi nunca hablamos de nuestras tristezas, al menos entre mujeres, de los hombres no sé, pero no creo.

En la fiesta, la cuestión es divertirse al máximo, como si fuera el último día de tu vida, porque sabes que en la ciudad no puedes divertirte como en tu pueblo. Aquí, en la ciudad, más nos preocupa si nos roban las joyas que usamos o nuestro sombrero; regresar a la casa también es una preocupación, porque a veces vivimos lejos, así que no logras una diversión completa, como en tu comunidad. Eso pasa en las fiestas rurales, además estás con tu gente de confianza.

Después de la fiesta viene la siembra o la cosecha, dependiendo de la época. Esos momentos también son para encontrarnos y trabajar de manera colectiva. En mi comunidad se produce papa, oca, trigo y quinua. Como somos muchas personas juntas, hablamos de todo, pero fundamentalmente se genera debate ideológico.

Las personas comienzan a discutir sobre el gobierno y su actual política, y también sobre las distintas tendencias ideologías que profesamos.

La última vez que fui a mi comunidad, que está cerca de Warisata, mientras en fila recogíamos los productos de los surcos, entre primos discutíamos sobre el Tipnis. Quienes se quedaron a vivir en el campo no estaban muy al tanto, así que fue un momento también para explicarles que la gente del oriente no es floja, como me hicieron pensar durante mucho tiempo o como dijo el Presidente, sino que sus tiempos de trabajo y sus formas de trabajo son diferentes a las que tenemos en el altiplano. Hombres y mujeres defendíamos nuestras posiciones, y nadie se quedaba atrás para hacerse escuchar.

Pero también hablamos de la economía del país y hasta de deportes. En algún momento sentí que podía haber una pelea entre los hombres que discutían, eso hubiera pasado en la fiesta, estoy segura de que se agarraban a golpes. Pero el debate en medio de la cosecha o de la siembra es diferente, parece que el duro trabajo apacigua las furias y nos hace reflexionar. Además me imagino que como los hombres compiten para ver quién gana, no les queda fuerzas para pegarse. En el caso de las mujeres es diferente, porque a pesar de que tenemos distintas opiniones sobre los diversos temas que tocamos, nos ayudamos entre nosotras para terminar nuestro trabajo todas al mismo tiempo.

Seguramente pensarán que en las asambleas generales, las discusiones tienen la misma intensidad, porque nos reunimos para debatir y tomar decisiones. Pero resulta que no es así, porque en las asambleas rige la estructura vertical de las organizaciones y las llamadas “bases”, a veces no tenemos espacio para discutirle al dirigente y es peor en el caso de las mujeres, porque los hombres hasta se burlan si alguna se anima a hablar.

Quién se podría imaginar que la cosecha y la siembra son espacios horizontales para charlar y discutir sobre temas coyunturales, y ahí no necesitas que nadie te de la palabra, porque puedes tomarla nomás.