miércoles, 27 de mayo de 2015

MADRES PRIVADAS DE LIBERTAD



Por Martha Huallpa

Algunas madres de nuestro país ejercen su rol de mamás en el interior de las cárceles. Este es un tema muy doloroso, pues la mayoría de las veces no tienen otra opción.

Dentro de ese ámbito, seguramente mucho más difícil que teniendo nuestra libertad, ellas son madre y padre de niños y niñas que también deben aprender a vivir en el encierro, sin tener culpa alguna.

No debe ser nada fácil estar dentro de un penal, porque muchísimos casos de las compañeras que están ahí no tienen una sentencia, y esperan que sus procesos avancen, aunque ya están pagando una condena, culpables o no. Pero es mucho más complicada la situación para las mujeres madres, que no tienen a alguien confiable afuera con quien dejar a sus pequeños o pequeñas, y se ven obligadas a darles lo que pueden a ellos y ellas en esa situación, en la que a ellas mismas les cuesta garantizar su subsistencia.

La legislación actual admite que las madres vivan con sus niños y niñas  menores a 6 años en el interior de los penales, pero acaso les dan las condiciones necesarias? Muchos de los hijos e hijas de las internas se convierten en adolescentes, esperando junto a sus madres la libertad.

Ahora las recordamos a ellas porque nadie más lo hace, ni el Estado, ni la justicia, pues así como hay mujeres madres que están “pagando a la sociedad” por algún delito cometido, hay muchas otras mujeres madres también,  que esperan el avance de sus procesos y su liberación.

miércoles, 20 de mayo de 2015

SIN EL PAN NUESTRO DE CADA DÍA




Por María Pacosillo

Las y los comerciantes aprovechan cualquier oportunidad para comenzar a especular con los precios de los productos. En esta oportunidad el gobierno  eliminó la subvención a la harina y este fue un motivo para que los panificadores protesten, no haya el abastecimiento habitual de pan y la especulación y la incertidumbre de la población  crezcan.

Nosotras, que llevamos el pan del día a nuestras casas sabemos que las familias de escasos recursos y con varios hijos, serán las más afectadas por el alza de precio del pan. Es muy duro saber que hay familias que muchas veces tienen como único alimento un pan y una taza de café, en muchísimos casos el pan es la base de la alimentación diaria, la leche, mantequilla  y frutas se consumen raras veces.

En nuestras comunidades tenemos otras alternativas, el pan no es tan esencial como ocurre en las ciudades. Aunque últimamente hay gente en la urbe que también consume otros alimentos que comúnmente se comía en el campo, como la quinua, el pito, cañawua, y otros. En las comunidades nuestro desayuno es una taza de sultana con quispiñas o pito de cebada, de aba y de arvejas, alimentos que son saludables y nutritivos.
Otra alternativa para suplir el pan son las frutas. 25 plátanos en la ciudad de El Alto cuestan cinco bolivianos, el equivalente a 10 panes, sin tomar en cuenta el valor nutricional muchísimo mayor del plátano frente al pan, pero por costumbre, preferimos comer algo que no es tan beneficioso para nuestra salud, aunque nos llene el estómago.

Frente al problema y como una solución a corto plazo, el gobierno, a través de las Fuerzas Armadas está obligando a los conscriptos a que elaboren pan en grandes cantidades para venderlo a 40 centavos, claro, en el ejército siempre se somete al de menor rango.

No sabemos qué están esperando las autoridades para dialogar con los panificadores y poner una solución concreta a este problema. Y si quieren que este conflicto se prolongue y seguir brindando el “servicio” entre comillas, de hornear el pan en las Fuerzas Armadas para satisfacer a  la población, que comiencen a trabajar también los soldados de más rango. Ya no queremos abusos ni de los panificadores hacia la población, ni de los militares a los conscriptos. Solucionen el problema de una vez por todas!!! 

lunes, 18 de mayo de 2015

NO PODEMOS PAGAR TODAS POR UNA



Por  Martha Huallpa

El 12 de febrero de este año la contraloría hizo público el daño económico  de  71 millones de bolivianos que se cometió en el Fondo de Desarrollo Indígena Originario Campesino. La responsabilidad recayó en la señora, en ese entonces candidata a la gobernación, Felipa Huanca, dirigenta de la organización Bartolina Sisa, quien no pudo negar las acusaciones por las evidencias en su contra, quedando frente a la sociedad como una mujer corrupta.

Todo este escándalo de corrupción ha significado que mucha gente tenga una mala imagen de las mujeres de pollera, que ahora en las calles, somos miradas con recelo, como si todas nosotras hubiéramos cometido la falta.

El vestirnos de pollera  y aguayo no significa que seamos gente corrupta, tampoco lo es el pertenecer a una organización indígena, los errores deben ser asumidos y visibilizados solo en y por la persona que los cometió, o acaso cuando vemos a un señor de terno y corbata pensamos que está involucrado con actos de corrupción como ha sucedido con muchos de los políticos de nuestro país?

La semana pasada mi hermana vino desde el campo vestida de pollera y cargando su aguayo, subimos a un minibús desde la plaza Isabela Católica hasta la Ceja de El Alto. Ambas nos sentamos en la tercera fila y detrás de nosotras había unas señoras que murmuraban diciendo que estábamos llevando plata del Fondo Indígena en nuestros aguayos. Mi hermana y yo nos reímos, en ese momento parecía chistoso, pero las señoras comenzaron a insultarnos y con tono despectivo nos dijeron: cholas, campesinas, indias corruptas. Al escuchar esas palabras discriminatorias les respondimos, diciéndoles que no se confundan, porque la corrupta era la ejecutiva de las Bartolinas, Felipa Huanca.

No sabemos qué ocurre dentro de su organización, seguramente muchas se vieron sorprendidas con lo ocurrido y otras no, de lo que estamos seguras es que la gente no puede generalizar un acto así, pensando que toda la gente del área rural o las cholas, somos corruptas, o porque usamos polleras de colores pertenecemos a una organización y que por eso somos corruptas.

Lamentablemente, por una pagamos todas. Yo como mujer aymara, migrante del campo y trabajadora asalariada del hogar, estoy orgullosa de vestir mi pollera y cargar mi aguayo. La gente tiene que saber diferenciar; nuestro origen indígena, nuestra ropa o ser mujeres, no nos hace iguales a esa persona que cometió los actos de corrupción.