Por Yola Mamani
Pues la violencia en todos los ámbitos y circunstancias
es repudiable, porque además esta violencia generalmente viene de aquel hombre con
poder económico, social, político y físico.
La violencia contra
las mujeres también es una manifestación del poder que la sociedad patriarcal les
ha dado a los hombres sobre las mujeres. Los hombres creen que las mujeres les
pertenecemos y creen que tienen el poder de acabar con nuestras vidas,
matándonos o anulándonos como personas. Y es peor en el caso de militares y
policías, que se forman en escuelas de violencia y que suelen contar con la
complicidad de sus mismas instituciones que son una garantía de impunidad para
los agresores.
Es el caso del
policía Jorge Clavijo Ovando, quien, sin piedad, asesinó a su esposa Hanali
Huaycho con 15 puñaladas, delante de la mirada de su pequeño hijo de 5 años. Este
hecho nos ha consternado a todos y todas, pero en especial a las mujeres, porque
este tipo de crímenes ocurren con demasiada frecuencia, aunque no siempre tiene
la gran cobertura de los medios como en esta ocasión. Miles de mujeres mueren
en manos de sus maridos, concubinos, novios y enamorados y ningún periodista ha
salido a marchar por ellas, como ocurrió con la marcha de la semana pasada, y
menos ha aparecido alguna ministra oportunista, como las que vimos en esa
marcha, la de Comunicación, la de Autonomías y la de Transparencia.
Nosotras, como
mujeres, tenemos que denunciar y no quedarnos calladas, de lo contrario son
convertiremos en cómplices de este tipo de crímenes que ocurren a diario con las
mujeres.
Como trabajadora del
hogar he visto con mis propios ojos cómo mi empleador comenzaban a gritarle a
mi empleadora, por cualquier cosa, y muchas veces terminaba golpeándola, le
arrastraba de los cabellos, le dejaba moretones en la cara, que ella escondía
con maquillaje para ir a trabajar. Encima de pegarla, la humillaba; todo el
tiempo le decía que era una sonsa, para lo peor lo hacia delante de otras
personas que nada tenía que ver en el asunto. Y estoy hablando de un hombre que
viene de una denominada “buena familia”, un hombre profesional
Cuando vi por primera
vez cómo mi jefe la golpeaba a mi jefa, me asusté mucho y solía esconderme bajo
las gradas, porque entonces todavía era niña y encima era muy tímida. En mi
casa tampoco había visto nunca que mi papá la pague a mi mamá, nunca. Pero al
ir creciendo me armé de valor y me ponía del lado de mi empleadora y nos
defendíamos entre la dos de mi empleador machista y violento.
Teníamos que aguantar
de todo, porque él era el jefe de familia y el prácticamente mantenía la casa
con su sueldo, porque la señora ganaba muy poco. Y yo por ser una imilla bocona,
como me decía, y por alzarle la voz al jefe tenía que aguantar sus amenazas,
muchas veces me decía que no me iba pagar mi sueldo, sí es que seguía sacando
cara por su esposa.
Viendo tanta agresión,
a mi empleadora yo le decía que vaya a denunciar ante las autoridades y ella me
decía que no me metiera, y que no le cuente a la señora de la tienda. Y cuando
me dijo eso yo le pregunté ¿por qué tanto le aguantas?... ¿a qué le tienes
miedo? ¿acaso tú eres como nosotras ignorantes, que desconocemos las leyes? así
le decía para que por lo menos de esa forma reaccione. Pero nunca lo hizo.
Casos como estos hay un montón y nosotras las trabajadoras del hogar somos
testigos de la violencia que se ejerce en los hogares donde prestamos nuestros
servicios.
Ahora viajando a las
áreas rurales para hacer entrevistas, también veo a muchas mujeres con los ojos
verdeados y la cara llena de heridas; las compañeras casi siempre están
temerosas, casi no hablan y si es que hablan lo hacen sin elevar la mirada y se
cubren la cara con el sombrero para que el resto no se entere que su marido es
un violento. Y cuando les preguntas si su marido la golpea, ellas siempre te
dicen que no, aunque esté llena de moretones.
Entonces ahí podemos
ver que nuestra sociedad sigue con una mentalidad machista y muchas mujeres
tienen vergüenza de que se enteré la gente y peor de denunciar, porque sabemos
que a muchas mujeres lo primero que le dicen en la Policía es ¿qué habrás hecho
para que te pegue? Los que deberían sentir vergüenza son los agresores y
también las autoridades de las comunidades que mantienen y defienden los usos y
costumbres que nos someten y encubren la violencia. Por ejemplo en las áreas
rurales te vas a quejar al secretario general, pero lo que hacen es hacerte
sentir culpable y se vuelven conciliadores para que sigas viviendo en violencia;
las mismas mujeres te dicen “tu marido es pues, tienes que nomás aguantarte”. En
eso acaban las denuncias en las áreas rurales. Por eso para acabar con la
violencia es muy importante también cuestionar nuestra cultura.
Yo me pregunto ¿acaso
tenemos que morir para que la gente reaccione? ¿O morir para que los políticos te manejen como su bandera?
Tanto están hablando
de la ley del feminicidio, pero nada bueno sale cuando se trabaja al calor del momento. Como mujer trabajadora
espero también que no sea una más de tantas leyes que ya tenemos y que no se
aplican, porque los mismos que hacen las normas son quienes las infringen y qué
mejor ejemplo que el asambleísta de Chuquisaca Domingo Alcibia, ya saben quién
es, el legislador que violó a una trabajadora en el mismo recinto donde se
dictan las leyes.
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