Por Gaby Mamani
Las trabajadoras asalariadas del hogar emigramos
por muchas razones a la ciudad, una de ellas es la falta de oportunidades en
nuestros pueblos, ya que el gobierno nacional y el municipal no apoyan a la producción
agrícola. En la mayoría de las comunidades producimos para la subsistencia
diaria.
Las mujeres que llegan del campo generalmente se
emplean como trabajadoras del hogar o se convierten en vendedoras ambulantes, y
los varones se dedican a oficios como la albañilería, o se vuelven cargadores o
ayudantes del transporte público, entre otras actividades.
Estos trabajos no tienen ningún tipo de seguridad
social, es decir que no te garantizan la jubilación, seguro de salud y ni
siquiera el salario, pues muchas veces te pagan un monto menor al fijado por
ley del Estado Plurinacional.
Si para las personas que viven en las ciudades es
difícil encontrar trabajo, para la gente emigrante lo es mucho más, porque
debemos adaptarnos al ambiente citadino, al idioma y al ritmo de vida.
Cuando una comienza a trabajar en la casa de una
familia, se puede encontrar con distintos tipos de personas, y cada vez que
vamos a una casa estamos obligadas a aprender las costumbres de los jefes y
nuevamente comienza el proceso de adaptación, que por cierto, no es nada fácil.
Algunas empleadoras o empleadores son amables, valoran el trabajo que se
realiza en el hogar, pero otros no entienden que también las trabajadoras somos
seres humanos que sentimos frío, hambre y dolor; por ejemplo, hay empleadores
que cuando estamos enfermas no nos tienen consideración.
Pero la situación empeora cuando eres madre
soltera; casi nadie quiere contratar a una mujer sola con hijos o embarazada.
Eso es discriminación, pero no se sanciona, cuando hay una denuncia las
autoridades fingen que no vieron, ni oyeron nada. Por ejemplo, yo vine cargada
de muchos sueños e ilusiones y cuando llegue a la ciudad choque con la maldad
de la gente, me costó mucho conseguir trabajo pues tengo un hijito.
De todas maneras, la más grande oportunidad que
tenemos es poder estudiar, aunque a los y las empleadoras no les gusta que su
trabajadora del hogar les pida ir al colegio; pero las mujeres migrantes tenemos
que aprovechar, porque es un derecho que tenemos al que no podemos ni debemos
renunciar.
A pesar de todo, quiero decirles a todas las
compañeras que están pensando venir a la ciudad o piensan irse al exterior, que
analicen si vale la pena dejar todo lo que conocemos en nuestra comunidad,
poner en la balanza lo bueno y lo malo de dejar el campo y recién tomar la
decisión.
Y tú amiga trabajadora del hogar, no permitas que
nadie destruya tu felicidad, pelea cada día para terminar tus estudios ya que
son bien importantes para nuestra superación en la vida.
Hola buenos dias, he visitado su portal soytrabajadoradelhogar.blogspot.com y me guatria proponerle una colaboracion en materia de contenidos. Si esta interesada me puede escribir a lyly78costa@gmail.com. Gracias. Un saludo.
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