Por Yola Mamani
El Palacio de Gobierno nos llama la atención, por la infraestructura,
por las banderas grandes y por los guardias que están vigilando la puerta día y
noche. Cuando yo era pequeña, cada que pasaba por la Plaza Murillo, siempre
recordaba lo que mi abuelo y mi papá me contaban sobre cómo antes la gente
indígena no tenía ingreso a la Plaza Murillo; si alguien se atrevía a entrar le
disparaban sin miedo. Eso me decía mi abuelo.
Más grande, cada que pasaba por el también llamado Kilómetro Cero, tenía
mucha curiosidad y ganas de entrar al Palacio de Gobierno, para saber qué había
dentro de esa Casona que la está resguardada
día y noche.
Y al mismo tiempo no lograba entender la historia que me contaron mis
padres. Entonces yo le seguía preguntado
a mi tía, quien siempre solía llevarme a la plaza murillo, ¿quiénes pueden
entrar al Palacio? Y ella me indicaba:
solo entran las personas muy importantes y sabios. Nunca más volví a preguntar,
porque yo veía muy difícil y muy lejano
mi deseo de entrar al Palacio; además había llegado a la conclusión que yo no
tenía derecho de entrar a ese espacio, porque no era importante, así como me
habían dicho mi papa y mi abuelo que nosotros los campesinos y campesinas no
teníamos derecho de entrar a la plaza murillo menos al palacio.
Después, con el
pasar del tiempo, comprendí que no era tanto así como me contaron mis padres.
Les he contado todo esto para que se den cuenta cómo me sentí cuando ingrese por primera vez al Palacio, para
recibir mí certificado del Sistema de Certificación, que supuestamente reconoce
el trabajo asalariado del hogar como una profesión.
Esa primera vez no me di cuenta ni de cómo entré y cómo salí del lugar,
porque me quede admirada de tanto protocolo, y por la presencia de las cámaras
y de los medios de comunicación que estaban con sus cables por todos los lados,
hasta me daba mucho miedo de tropezar con los cables.
La segunda vez que entre fue para la ratificación del Convenio 189 de la
OIT. Pero entonces, ya no tenía ganas de
entrar y además me daba mucha rabia que los guardias que revisen las carteras, y
encima nos decían donde teníamos que sentarnos; claro las primeras filas
estaban reservadas para las personas importantes,
y seguro ustedes se preguntan quiénes eran las personas importante? Pues les
cuento que eran las dirigentas de las Bartolinas, de la Organización de Mujeres
Cuentapropistas, de la CESUTCEB, y otras mujeres que nunca han estado junto a
nosotras en nuestras luchas. Pero ese día sí estaban presentes agarrando
grandes carteles que decía convenio 189 de OIT. Y todo el rato sonreían ante
las cámaras mostrando los carteles, además nos decían qué bien hermanas.
Mientras mis compañeras estaban tan contentas por estar junto al
Presidente Evo y a otras autoridades del Estado Plurinacional. En especial las
compañeras que venían de otros departamentos, no lo podían creer que estaban en
el Palacio y se sacaban fotos una y otra vez. Eso era el año pasado cuando me
invitaron a presenciar la ratificación del convenio 198.
Entonces mis sentimientos eran diferentes, porque un año antes, el 2011 había
participado de la Octava Marcha de los Pueblos Indígenas de Tierras Bajas. Y el
Presidente no les permitió ingresar a la Plaza Murillo a los y las hermanas que
demandaban respeto a sus Territorios y a sus culturas; estaban ahí en defensa
del Parque Nacional Isiboro Secure, el Tipnis. Participé porque yo, como mujer
aymara, me sentía identificada con sus luchas porque su demanda es legítima, aunque
nuestras autoridades se han dedicado a desprestigiarla.
La mayoría de la gente del área rural y de los países vecinos como Perú,
Chile, siempre piensan que es fácil entrar donde el Presidente, sin hacer
tantos trámites, porque los medios siempre muestras la presencia de los pueblos
indígenas dentro del Palacio. Eso me dicen las compañeras trabajadoras del hogar
que nos siguen desde el otro lado de la radio.
Sí, claro, hay libre ingreso, pero solo para organizaciones afines al
gobierno del MAS. Los y las que cuestionamos y no nos dejamos cooptar por el partido
de gobierno políticos no tenemos derecho de expresar nuestros pensamientos
libremente y ahora nuestras autoridades se han adueñado de la Plaza Murillo a
donde antes tal vez podía ir a protestar o exigir el cumplimiento de las leyes.
Ahora ya no se puede entrar, apenas que se enteran de que hay alguna
manifestación, las cuatro esquinas de la plaza se cierran. Pero quienes van a
felicitar al presidente son bienvenidos.
Por eso digo que el Palacio es un lugar de gente hipócrita, y sigue siendo un
espacio de poder manipulado por un partido político, como siempre lo ha sido. Y
yo no logro entender cómo es que de niña mi deseo era entrar para saber qué es lo que había adentro; claro, mi deseo era saber,
pero ahora que sé lo que hay dentro, no quiero ni saber del Palacio, a pesar de
que estamos en tiempos de cambio. Porque, para que lo sepan, ahí están la gente
doble cara y oportunista.
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