martes, 26 de febrero de 2013

EL PALACIO


Por  Yola Mamani

El Palacio de Gobierno nos llama la atención, por la infraestructura, por las banderas grandes y por los guardias que están vigilando la puerta día y noche. Cuando yo era pequeña, cada que pasaba por la Plaza Murillo, siempre recordaba lo que mi abuelo y mi papá me contaban sobre cómo antes la gente indígena no tenía ingreso a la Plaza Murillo; si alguien se atrevía a entrar le disparaban sin miedo. Eso me decía mi abuelo.

Más grande, cada que pasaba por el también llamado Kilómetro Cero, tenía mucha curiosidad y ganas de entrar al Palacio de Gobierno, para saber qué había dentro de esa Casona  que la está resguardada día y noche.
Y al mismo tiempo no lograba entender la historia que me contaron mis padres. Entonces yo le seguía  preguntado a mi tía, quien siempre solía llevarme a la plaza murillo, ¿quiénes pueden entrar al Palacio?  Y ella me indicaba: solo entran las personas muy importantes y sabios. Nunca más volví a preguntar, porque  yo veía muy difícil y muy lejano mi deseo de entrar al Palacio; además había llegado a la conclusión que yo no tenía derecho de entrar a ese espacio, porque no era importante, así como me habían dicho mi papa y mi abuelo que nosotros los campesinos y campesinas no teníamos derecho de entrar a la plaza murillo menos al palacio. 

Después, con el pasar del tiempo, comprendí que no era tanto así como me contaron mis padres.
Les he contado todo esto para que se den cuenta cómo me sentí  cuando ingrese por primera vez al Palacio, para recibir mí certificado del Sistema de Certificación, que supuestamente reconoce el trabajo asalariado del hogar como una profesión.

Esa primera vez no me di cuenta ni de cómo entré y cómo salí del lugar, porque me quede admirada de tanto protocolo, y por la presencia de las cámaras y de los medios de comunicación que estaban con sus cables por todos los lados, hasta me daba mucho miedo de tropezar con los cables.

La segunda vez que entre fue para la ratificación del Convenio 189 de la OIT. Pero entonces, ya no tenía  ganas de entrar y además me daba mucha rabia que los guardias que revisen las carteras, y encima nos decían donde teníamos que sentarnos; claro las primeras filas estaban reservadas para las personas  importantes, y seguro ustedes se preguntan quiénes eran las personas importante? Pues les cuento que eran las dirigentas de las Bartolinas, de la Organización de Mujeres Cuentapropistas, de la CESUTCEB, y otras mujeres que nunca han estado junto a nosotras en nuestras luchas. Pero ese día sí estaban presentes agarrando grandes carteles que decía convenio 189 de OIT. Y todo el rato sonreían ante las cámaras mostrando los carteles, además nos decían qué bien hermanas.

Mientras mis compañeras estaban tan contentas por estar junto al Presidente Evo y a otras autoridades del Estado Plurinacional. En especial las compañeras que venían de otros departamentos, no lo podían creer que estaban en el Palacio y se sacaban fotos una y otra vez. Eso era el año pasado cuando me invitaron a presenciar la ratificación del convenio 198.

Entonces mis sentimientos eran diferentes, porque un año antes, el 2011 había participado de la Octava Marcha de los Pueblos Indígenas de Tierras Bajas. Y el Presidente no les permitió ingresar a la Plaza Murillo a los y las hermanas que demandaban respeto a sus Territorios y a sus culturas; estaban ahí en defensa del Parque Nacional Isiboro Secure, el Tipnis. Participé porque yo, como mujer aymara, me sentía identificada con sus luchas porque su demanda es legítima, aunque nuestras autoridades se han dedicado a desprestigiarla.

La mayoría de la gente del área rural y de los países vecinos como Perú, Chile, siempre piensan que es fácil entrar donde el Presidente, sin hacer tantos trámites, porque los medios siempre muestras la presencia de los pueblos indígenas dentro del Palacio. Eso me dicen las compañeras trabajadoras del hogar que nos siguen desde el otro lado de la radio.

Sí, claro, hay libre ingreso, pero solo para organizaciones afines al gobierno del MAS. Los y las que cuestionamos y no nos dejamos cooptar por el partido de gobierno políticos no tenemos derecho de expresar nuestros pensamientos libremente y ahora nuestras autoridades se han adueñado de la Plaza Murillo a donde antes tal vez podía ir a protestar o exigir el cumplimiento de las leyes. Ahora ya no se puede entrar, apenas que se enteran de que hay alguna manifestación, las cuatro esquinas de la plaza se cierran. Pero quienes van a felicitar  al presidente son bienvenidos. Por eso digo que el Palacio es un lugar de gente hipócrita, y sigue siendo un espacio de poder manipulado por un partido político, como siempre lo ha sido. Y yo no logro entender cómo es que de niña mi deseo era entrar para saber qué  es lo que había adentro; claro, mi deseo era saber, pero ahora que sé lo que hay dentro, no quiero ni saber del Palacio, a pesar de que estamos en tiempos de cambio. Porque, para que lo sepan, ahí están la gente doble cara y oportunista.

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