Por Victoria Mamani
El pasado 10 de octubre
Bolivia recordó que desde hace 30 años vivimos en democracia; hombres y mujeres
que contribuyeron a recuperar y consolidar nuestra democracia, recordaron a
centenares de personas que dieron la vida en este camino y a miles más que
sufrieron tortura, cárcel y exilio.
En el transcurso de este
tiempo nueve presidentes gobernaron el país sin una bota militar que pisotee la
decisión de los bolivianos y bolivianas, a pesar de las crisis económicas,
políticas y sociales que hemos atravesado. Y es que a pesar de los 30 años de
la democracia, todavía nos falta alcanzar la madurez suficiente para consolidar
en su totalidad.
La democracia también se
manifiesta en la idoneidad de la función pública, pero estamos muy lejos de
eso, ya que en la administración pública impera la demagogia, la corrupción y
el abuso de poder, algo que estamos viviendo ahora mismo, con el actual
gobierno, que es el uno de los frutos de la democracia que más expectativas
generó en el país.
Mucha gente asegura que
un presidente elegido por el voto popular no es suficiente para afirmar que
vivimos en democracia, porque es gente que se siente perseguida, gente que es
acusada de discriminadora por criticar al gobierno de turno, acusada de
conspiración contra el gobierno. Y es que la democracia nos da el derecho de
disentir, que es no estar de acuerdo con lo que tiene a su alrededor. El voto
tampoco es una garantía de que hayamos alcanzado la justicia. Por ejemplo: la
violación de los derechos humanos de los y las indígenas que defienden al TIPNIS,
en Chaparina, cuando por órdenes del gobierno fueron vilmente maltratados,
golpeados por los policías, eso sigue impune; y lo peor es que en lugar de
castigar a los agresores y a los responsables, premian al principal responsable
de este hecho con cargo de embajador.
Lo que hace el gobierno
es perseguir y enjuiciar a los y las dirigentes
indígenas, por ejemplo, por intento de secuestro al canciller David Choquehuanca,
cuando toda la población sabe que no fue así. Hechos como estos podemos enumerar
por cantidades, en este y en otros gobiernos; pero especialmente es doloroso
para muchas personas que sea en este gobierno, porque pensábamos que iba ser
diferente por el hecho de que hombre de procedencia indígena asumiera el poder.
Pero no fue así.
Las personas que pensamos
diferente al gobierno de turno, somos tildadas
de opositoras, de no estar de acuerdo con el cambio y eso me hace pensar que en
la democracia en que estamos viviendo no hay la libertad de expresión, porque
todo lo que decimos sirve para acusarnos y descalificarnos.
Pienso que la
responsabilidad de asegurar mayor equidad y justicia entre bolivianos y bolivianas
está en nuestras manos y no en los partidos políticos. Es importante eliminar las
brechas que aun separan a quienes gozan de todos los privilegios, de quienes
sufren el atropello de sus derechos más elementales; asumir con transparencia y
honestidad la determinación de construir el estado plurinacional respetando el
derecho de los pueblos y naciones indígenas para decidir sobre su propio
destino.
Asumir los principios de
la paz, el diálogo y el consenso para solucionar los conflictos y las
diferencias, y sobre todo aprender a aceptar y valorar a quienes piensan
diferente.
En este momento crucial
de nuestra historia como país, debemos ser capaces de renovar nuestra decisión
de vivir en la libertad, que sólo es posible con el ejercicio, el respeto y la
garantía de los derechos humanos,
a los que debemos entender no solo desde su dimensión individual, sino
fundamentalmente social y comunitaria; de modo que todos estos elementos nos
permitan profundizar la democracia participativa en la línea de
interculturalidad de la que se habla tanto.
Si asumimos todos que la
democracia permanezca garantizaremos un
futuro de libertad, justicia e igualdad.
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