viernes, 11 de marzo de 2011

UNA CERTIFICACIÓN PARA COLGAR

Por Nelia Catari

La certificación de competencias para una supuesta mejora laboral de varios sectores, como agricultores, constructores, músicos, trabajadoras asalariadas del hogar y otros, se está otorgando desde hace unos dos años aproximadamente. Lo hace el Ministerio de Educación en coordinación con el Ministerio de Trabajo. Cuando comenzó el proyecto de certificación de competencias estaba a cargo de la Fundación Educación Para el Desarrollo, conocida como la FAUTAPO, el Ministerio de Educación y el Ministerio de Trabajo. Aunque no lo decían, el propósito de este proyecto era mostrar a la población la imagen de un gobierno que realiza un trabajo positivo en beneficio de la población trabajadora que no tuvo posibilidades de formarse.

Cuando las trabajadoras del hogar, y seguramente otros sectores, escuchamos la propuesta, creímos que iba a ser muy favorable que el Estado nos reconozca como especialistas en cada una de nuestras áreas.

En principio, el Ministerio de Educación iba a registrar a todas las trabajadoras del hogar en cada sindicato y luego se las evaluaría, es decir que les tomarían una especie de examen de sus habilidades en el trabajo del hogar. Si alguna reprobaba, iba a ser capacitada para reforzar su especialidad para que no se quede sin el certificado de competencias que, además, fue promovido como un instrumento para mejorar nuestros ingresos salariales.

Las compañeras dirigentas de la Federación Nacional de Trabajadoras del Hogar de Bolivia (FENATRAHOB) y los sindicatos se movilizaron para que todas podamos acceder a este proyecto gubernamental.

La prueba consistía en hacer las labores del hogar en un tiempo determinado. Varios evaluadores, que eran parte de los ministerios y de la FAUTAPO, se aprovecharon de nosotras.

Les explico. Algunos evaluadores nos hicieron la prueba en nuestros mismos trabajos, pero otros nos llevaron a sus casas con el pretexto de evaluarnos allí e incluso a las casas de sus amigos y amigas, o de alguna persona conocida.

Debíamos lustrar los pisos, lavar la ropa, planchar, cocinar y en algunas casas el desorden era extremado. Hacíamos todo, sin ningún reconocimiento económico, a pesar de que cubríamos casi un medio tiempo de trabajo. En la primera fase de la etapa nos otorgaron material de limpieza y cocina, pero en la segunda, que era una especialidad, cada una debía comprarse el material que le hiciera falta con su propio dinero.

La capacitación prometida para las compañeras que no aprobaron la prueba, nunca se dio. Hasta hoy, muchas de nuestras compañeras esperan el certificado por el cual invirtieron tiempo y dinero.

Con acciones como esta, comprobamos que los gobernantes sólo se hacen propaganda y con su discurso hacen creer al pueblo que se preocupan por las y los trabajadores.

Y por otro lado, estos certificados resultan ser un engaño, pues aunque los tengamos, las y los empleadores no lo toman en cuenta a la hora de contratarnos. Al parecer la certificación por competencia sólo ha servido como bandera al gobierno para que creamos que tienen políticas de mejoras en la condición laboral de los y las trabajadoras.

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