miércoles, 9 de marzo de 2011

LOS DAMNIFICADOS DE LA LADERA ESTE

Por Victoria Mamani

Miles de damnificados de la ladera este, en medio del dolor y la impotencia, aún luchan por rescatar cualquier cosa en los lugares donde habitaban. Lo que más da pena son las personas de la tercera edad y los animales, ya que muchos abuelos y abuelas vivían solos junto a sus animales; no pudieron sacar nada más que sus vacas, que son su sustento diario, pues no tienen otro ingreso.

Por ejemplo, en el campamento de Irpavi 2, había una señora de 70 años sentada sobre un tronco. Sin zapatos y sin ropa para cambiarse, decía que estaba ya en la cama cuando escuchó mugir a las vacas, como si alguien le estuviera dando comida o como queriendo salir del corral. Al bajar de la cama, sintió que la pared de su casa crujía; se levantó asustada para ver lo que pasaba y afuera vio que la gente ya estaba sacando sus pertenencias de sus casas, gritando que el cerro se estaba cayendo. No había nadie que la ayude a esta señora, lo único que agarró fue a sus vacas.

Cuando se había alejado y miró atrás, su casa había desaparecido, cuenta llorando la abuelita.
En los campamentos la gente pedía más carpas; yo ví que algunas personas estaban refugiándose en sus autos o armaban una especie de chozas con ramas de los árboles, o se cubrían con ch’iwiñas y plásticos. Si bien recibían frazadas, éstas no eran suficientes, ya que cada familia está integrada por seis o siete personas, e incluso más. Las pocas cosas que pudieron rescatar estaban rotas, llenas de tierra o ni siquiera servían.

El sector de Callapa es productor de leche y queso, y proveía a la población paceña de estos productos. Es por ello había muchos animales como las vacas lecheras con sus crías y toros; pero también hay chanchos, ovejas, gallinas, perros y otros animales. Para la gente hay donaciones, desde los alimentos hasta las ropas de vestir, pero también se necesita solidaridad para estos animales que ya están flacos; en los lugares del desastre, los animales están sacando lo poco que queda de cebada, tallos de choclo, pastos. Da mucha pena estos animales y también los perritos que no quieren abandonar su hogar ni a su familia; pero mucha gente tuvo que dejarlos porque en los albergues no caben estos animalitos. En una casa a medio desplomar unos perros estaban llorando por su dueño y también de hambre; daba pena verlos, no querían moverse del lugar.

Podemos ver que en estos desastres la solidaridad de la población no se fija en el color de la piel y tampoco si la gente es pobre o rica. Muchísima gente contribuyó con lo que pudo, ropa, comida, leche, agua, pan, de todo. Estudiantes de colegios fiscales, de convenio y particulares, repartían alimentos a las wawas, donaban su desayuno escolar. De la misma forma, la juventud voluntaria, conscriptos y premilitares trasladaba los pocos enseres que quedaron en el lugar del desastre, aunque muchas cosas no tienen arreglo. También han trabajado de manera ardua estudiantes de medicina y estudiantes de veterinaria de la Universidad Loyola, y como siempre, incansables, las y los voluntarios de la Cruz Roja.

Los desastres unen a la población y nos llenan de esperanza. Por eso a los políticos y al gobierno del Estado Plurinacional quiero decirles: ya basta de soberbia, trabajen por la unidad, sin mirando simpatías o antipatías. Creo que estas últimas semanas han sido una señal muy clara de unidad, para apoyarnos sin fijarnos en el estatus social. Todos y todas han colaborado con una sola idea de ayudar a la gente que estaba sufriendo una tragedia.

Si los políticos actuaran de esta manera, en Bolivia habría respeto mutuo, solidaridad, reciprocidad y el vivir bien no sería sólo un sueño como hasta ahora.

Por otro lado, para comprarse un terreno hay que verificar bien el lugar, no compren a ciegas o porque es bonito el lugar, porque uno quiere vivir en la zona Sur o en la ciudad. Vean primero la seguridad de su familia. Muchas personas dicen, por ejemplo, que El Alto es una ciudad frío y prefieren comprar terrenos en esos cerros para construir casas de tres cuatro pisos. Muchas de estas construcciones ni siquiera tienen autorización del Alcaldía o está prohibido construir casas de piso, pero lo hacen. Incluso hay que desconfiar de la Alcaldía, porque mucha gente tenía sus planos aprobados e incluso así perdió su casa porque la zona era inestable.

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