lunes, 28 de marzo de 2011

DELINCUENCIA EN LA CEJA

Por Martha Huallpa


En la Ceja de El Alto no hay seguridad para la ciudadanía, ni en el día, ni en las noches. Una persona ni siquiera puede hablar por teléfono, porque no falta un delincuente que, de un jalón, le quite el teléfono. Tampoco se puede manejarla billetera tranquilamente; la gente tiene que esconderse en una tienda o arrimarse a la pared para guardar o sacar su dinero. También corren peligro las personas que están bien vestidas y las mujeres no pueden estar con joyas, pues los ladrones están a la expectativa de qué pueden sustraer o a quién pueden asaltar.


Si alguien es víctima de un asalto, robo o cualquier otro delito, nadie te ayuda, así te estén robando frente a un montón de personas. La gente sólo mira, sin hacer nada; hasta la policía actúa de tal manera y su ayuda nunca llega oportunamente. Los delincuentes no se esconden en la oscuridad de la noche, no, desde hace tiempo te asaltan y hasta cometen asesinatos a plena luz del día.


La falta de trabajo y de un ingreso permanente se ha convertido en una excusa para que la gente busque dinero robando. Y la falta de autoridad, que garantice la seguridad de las y los alteños, nos ha puesto en la mira de bandas delincuenciales de las zonas y también bandas extranjeras que operan el plena Ceja.


Yo también he sido víctima de los delincuentes, pero cuando quise avisara la Policía, fui yo la que recibió los reclamos y acusaciones. Según los policías somos las mismas personas las que no cuidamos nuestras pertenencias y por eso somos víctimas de robos.


Pero a veces, parece que la policía misma es cómplice de los delincuentes. En una ocasión pude ver que un ladrón, que le robó su cartera a una señora, le dio una bolsa a un policía cuadras más allá de donde había ocurrido el hecho y en el mismo instante el policía lo dejó ir. Es una vergüenza que vivamos en un país en el que la ciudadanía no pueda confiar en la policía; estamos de mal en peor y la delincuencia sigue creciendo, al igual que la constante necesidad de trabajo, el hambre y la pobreza.


No queremos que los robos, asaltos y otros delitos estén al nivel de la situación que se vive en otros países, como Colombia, Brasil y Perú, por ejemplo. Pero para eso se necesita que las autoridades trabajen y eliminen los focos de corrupción que impiden que la población cuente con seguridad.


Pero también como ciudadanía podríamos reforzar la seguridad, con nuestras propias medidas de protección, por ejemplo cambiando hábitos de nuestra conducta y así prestar ayuda a quien está sufriendo un robo. Para una persona sola puede ser peligroso, pero entre varias pueden auxiliar a las víctimas. También serviría instalar dispositivos antirrobos en los vehículos, negocios o casas particulares, además, incrementar las relaciones con nuestros vecinos y estimular la solidaridad y dar aviso a la policía ante cualquier situación extraña. Así, de ese modo, entre todas y todos nos ayudaríamos.


Si bien es responsabilidad de las autoridades brindarnos seguridad, no podemos quedarnos a esperar a que nos la proporcionen. Es una necesidad nuestra y debemos hacer algo ante todo esto, pero sin atentar contra los derechos humanos.

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