Por
Yola Mamani
Hace 25 años empezaron
las luchas de los pueblos indígenas de tierras bajas y hoy lo siguen haciendo,
porque su territorio cada vez sufre avasallamiento de los llamados
interculturales, conocidos como colonizadores, quienes les despojan de sus
tierras y los vuelven empleados. Ellos tenían tierras para proveerse de
alimentos, pero hoy tienen que someterse a las personas que les han despojado de
sus tierras.
Su lucha siempre fue
en busca de reivindicar su derecho a la tierra, a la autodeterminación y al
respeto a su hábitat. Pero hasta ahora no han obtenido todas las respuestas que
esperan para sus demandas como pueblos indígenas; aunque se han hecho normas a
favor de los pueblos indígenas, pero eso nadie respeta sobre todo las
autoridades de gobierno, las anteriores y las actuales a pesar de que se
consideran de un gobierno indigenista, socialista, progresista, respetuoso con
la madre tierra, democrático. Pero esto solo es de la boca para afuera, en la
práctica hay más bien un desprecio por los pueblos indígenas de tierras bajas.
Muchas personas que
ahora están en los espacios de decisión se identifican como indígenas y otras
muchas en efecto tienen origen indígena, pero eso no nos ha garantizado cambios
para los y las indígenas que viven, por ejemplo, de la producción para
sobrevivencia nomás.
Lo que más he visto
en estos 9 años de gobierno del MAS es como las autoridades desprestigian y
dividen a las organizaciones que no están de acuerdo con las medidas
gubernamentales o que cuestionando esas medidas, porque no es lo que esperábamos,
porque no satisface nuestras necesidades, porque no está cumpliendo con las
demandas de los pueblos. Las autoridades tampoco tienen ganas de sentarse y
escuchar nuestras críticas, nuestras demandas y peor nuestras propuestas; cuando
exiges y cuestionas las malas obras directamente te tildan de oposición, ya no
hay derecho de decir nada absolutamente.
Hace poco hablé con
una compañera trabajadora del hogar que está en España y me decía que en
Bolivia los pueblos indígenas están bien. La mirada de esta compañera refleja
la imagen que el mismo gobierno ha creado en el exterior a través de las
embajadas o en los tantísimos viajes que hacen el presidente y otros funcionarios.
Sabemos que llevan un discurso romántico de protección del medio ambiente, pero
la realidad es otra en el país.
En el exterior, por
ejemplo, no saben que hay indígenas que están atacando a su misma gente, pero
debido a su compromiso con el partido que les rinde también beneficios
económicos, aunque sabemos que hay corrupción de por medio, el fondo indígena
es una prueba de que eso ocurre. Solo así podemos entender la actitud de las
Bartolinas, de la Confederación Sindical Única de Trabajadores (Cesutcb) que
está del lado del gobierno y no critican, más bien aplauden las acciones del
gobierno aunque estén equivocadas. Espero que algún día estas organizaciones no
se arrepientan y que, así como hoy festejan, no tengan que pasar por
situaciones como las que viven los indígenas del TIPNIS o las compañeras y
compañeros de Concipo, que han estado durante días exigiendo que el presidente
Evo Morales escuche y atienda las demandas de Potosí.
Me da mucha rabia
cuando escucho a las Bartolinas y a la Cesutcb cuando salen en defensa del
gobierno y muchas veces ni siquiera analizan el tema, si va afectar o no
económicamente al país, la disminución de las exportaciones, la baja del precio
de los minerales, entre otros temas que deberían preocuparnos, pero están ahí
para repetir el discurso del presidente. Todo esto pasa en Bolivia y veo que
también ocurre en el país hermano de Ecuador, donde igual su presidente Rafael
Correa se jacta diciendo que es un gobierno socialista, hasta parece que tiene
el mismo discurso del presidente Evo, porque igualito descalifica y divide a
las organizaciones para legitimar su mandato.
Pues solo quiero
decir que no debemos olvidarnos de los pueblos indígenas, ya que fueron ellos
quienes han pedido y han empezado la lucha por una Asamblea Constituyente en
1990, también con una marcha de más de 600 kilómetros hasta la ciudad de La
Paz. Desde entonces y hasta hoy han pasado 25 años, pero parece que tendrán,
que tendremos que seguir marchando, porque queremos ser parte de la
construcción de un nuevo país donde las diferentes voces sean también escuchadas.
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