lunes, 29 de noviembre de 2010

EL ACCESO A LA TIERRA PARA LAS MUJERES

Por Cristina Ibáñez

El acceso a la tierra para las mujeres del área rural sigue siendo discriminatorio. Las mujeres continuan marginadas en las comunidades como antes.

La Ley 1715 de Reforma Agraria reconoce e incorpora políticas públicas a favor de los derechos de las mujeres, mientras que la Ley 3445 de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria de 2006 da prioridad a la inclusión de la mujer en la titulación y distribución de las tierras.

Pero esto no se cumple en la realidad, ya que los derechos de las mujeres siguen siendo relegados; en las comunidades no se toman en cuenta estos derechos; en el campo existe marginación y abandono.

En las comunidades los padres siguen dando más prioridad a los hijos varones para la distribución de la tierra, en cambio a las mujeres les dan tres o cuatro surcos en los lugares menos productivos o donde la tierra es árida, lo que no permite una producción adecuada para mantener la familia.

Además, cuando las mujeres se casan pierden el derecho a heredar la tierra de su padre, porque los usos y costumbres indican que ya no pertenece a su familia, sino a la familia del esposo. Por eso no pueden reclamarles a sus padres, sino a sus maridos.

Los hermanos son los que exigen que se cumplan estas reglas que no están escritas. Por eso, cuando el padre muere, las maltratan, no quieren saber nada de las hermanas, cuando se trata de la repartición de tierras.

Pero la situación no mejora si la mujer es soltera. A las solteras les argumentan que no necesitan tierra porque no tienen hijos, les dicen que son solteronas que más bien deberían ayudar a los hermanos varones e incluso a las cuñadas. Las solteras son víctimas de todo tipo de abusos que se suman al despojo de sus tierras.

Esto ha sido siempre así. En las comunidades no hay respeto por la mujer soltera o la mujer sola, como les dicen a las que no están casadas. No se respetan sus ideas, sus pensamientos, y cuando piden la palabra en algún acontecimiento público la gente no las escucha e incluso se ríen de ellas, aunque esté mejor preparada que cualquier hombre de la comunidad.

De qué sirven entonces las leyes si no se cumplen. Por eso, es importante que las mujeres nos organicemos para comenzar a ejercer nuestros derechos. Las trabajadoras del hogar lo hemos hecho y seguimos adelante cueste lo que cues

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