lunes, 15 de febrero de 2016

EL CARNAVAL DE HOY



Por Victoria Mamani

El carnaval era una festividad eminentemente cristiana y contenía un profundo sentido religioso. Por lo tanto, el carnaval está incluido en el año litúrgico. Luego del domingo de tentación, continúa la cuaresma, etapa en la cual las personas debían arrepentirse de sus pecados con el ayuno y abstinencia hasta llegar a la Semana Santa; y por último, al domingo de resurrección donde finaliza la cuaresma y comienza la liturgia del triunfo de Cristo. Eso según la religión católica.

El Carnaval se festeja en todo el territorio boliviano según las  costumbres que tiene cada una de las regiones.
En la actualidad, hay un sincretismo cultural donde las costumbres originarias han sufrido variaciones, ya que los elementos con que se challaban antes como las flores naturales, frutas, adornos hechos con lanas de colores y otros, se han cambiado por globos, serpentinas misturas, adornos de plástico, pinturas y espumas, elementos que son muy contaminantes. A pesar de ello, el deseo es el mismo “que la ch´alla nos traiga felicidad y prosperidad”.

Hoy la ch’alla es una tradición que pasó del área rural andina a la urbana y gracias a la migración ahora se practica en la mayor parte del país. La deferencia está en que en el área rural la gente ch’alla en comunidad sus cultivos, la tierra que les cobija, como una forma de compartir con la naturaleza, en armonía con los demás seres y sentir el bienestar en sus hogares. Es una forma de relacionamiento social entre el hombre y la Pachamama. Ella es parte fundamental de la creencia del mundo andino, donde todas las cosas tienen vida y por tanto el ser humano debe mantener un fuerte contacto con ella.

En el área urbana se ch’alla lo material, la casa, auto, empresas, puestos de venta; el ritual es más individualista; ahí se demuestran el poder económico que posee cada familia, hay derroche de alcohol sin importar la molestia que causan a otros, incluso a sus propios hijos e hijas pequeñas.
En la urbe paceña cada año se organiza la entrada de Jisk’a Anata, donde bailan las comparsas de ch’utas, pepinos y otras danzas como caporales, morenada, que para mí nada tienen que ver con la entrada de Jisk’a Anata.

Lo malo de esta entrada es que se ha mercantilizado, antes una se sentaba en las aceras y veía las comparsas tranquila, pero ahora hay que pagar hasta por el espacio. Por ejemplo el lunes de Jisk’a Anata estuve por la avenida Montes y quienes comercializan con los espacios cerraron con sillas toda la avenida de subida y cobraban 50 o 60 bolivianos por cada asiento y ni siquiera podías quedarte para unos minutos pues empezaban a gritar. 

No sé por qué la alcaldía permite que estas fiestas  se conviertan en un negocio para algunos, si se supone que este tipo de celebraciones son para recuperar nuestras tradiciones y costumbres. Ojala haya una regulación al respecto y que todos y todas podamos disfrutar y preservar nuestras tradiciones sin restricciones económicas.

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