Por Yola
Mamani
Señor presidente, su
historia me hizo recuerdo a miles de hombres machistas que he conocido, tanto en
el campo como en la ciudad, a través de
mi amigas, compañeras de trabajo, hermanas, primas; que han tenido que enfrentarse
solas o con sus wawas a esta vida tan dura, tan machista, que condena a las
mujeres por ser soltera o separada.
Ellas fueron quienes se han
tenido que esconder de las críticas, del “pueblo chico infierno grande” como dicen, ellas han tenido
que aguantar cuando las mujeres y los hombres de su pueblo les han apuntado con
el dedo diciendo que eran madres solteras, que eran malas mujeres y que por eso
les dejó su marido; o que no eran buenos ejemplos para sus hijos e hijas. Cuántas
mujeres que se han separado me han contado que primero tenían que mirar por el
huequito de la puerta para salir corriendo de su casa sin que nadie las mire
feo, ni que estén murmurando a su espaldas, y que llegaban tarde para que los
vecinos estén dormidos y nos les reprochen nada, así de triste es para las
mujeres solas.
Cuántos hombres como usted
señor presidente se han hecho la burla y han negado a sus wawas desde el primer
momento que se enteraron de un embarazo, que vergüenza y pena que usted tenga
que terminar como víctima, aunque lo que pasó fue que no quiso asumir su responsabilidad
a la hora de la hora, aquí la víctima es pues esa hija o hijo negado, escondido.
Digo todo esto, porque
tengo muchas amigas y compañeras
trabajadoras asalariadas del hogar, que han decidido ser madres solteras
a pesar de la condena ejercida por esta sociedad machista, pues me recordé
también la historia de una compañera trabajadora del hogar, que un día llegó al
sindicato de trabajadoras del hogar, llorando, suplicando ayuda, para que no le
quiten a su wawa, porque su ex pareja era policía y movía todas sus influencias
y la amenazaba. Ella prefirió renunciar a las pensiones familiares para que él
no la chantajee y para no compartir el cariño de su wawa, que con tanto
sacrifico cuidó. Ese no era nuestro trabajo, pero teníamos que hacerla sentir acompañada
y que no estaba sola; como sindicato de trabajadoras del hogar no hemos
permitido que le quiten la tenencia de la wawa, les hablo de hace 5 años atrás,
hoy esa wawa es pues un adolecente de 17 años, justo el año pasado me encontré
con esta compañera, ya un poco mayor y me contó que ahora el padre del muchacho
otra vez se lo quiere llevar, porque dice que ya está viejo y enfermo y
necesita que alguien se encargue de él, como si él se hubiera encargado del
pequeño cuando lo necesitó.
Mientras la compañera trabajadora asalariada
del hogar nunca se separó de él, trabajo
día y noche para tener dinero y comprarle útiles escolares, para hacerle una
fiesta cumpleaños, para comprarle unos juguetes no tan caros, porque ella gana
un salario mísero y sus empleadores la someten a la explotación laboral, todo
porque tiene una wawa y la chantajean y la manipulan con su hijo diciendo que
en ningún lugar la van aceptar con sus hijo a cuestas.
Ella aguantó porque en su
trabajo tiene por lo menos comida y un techo donde dormir y hasta un salario
mísero que no le alcanza para nada, más que para sobrevivir. De ese tipo de
historias soy testigo y me indignan los hombres irresponsables como usted.