miércoles, 20 de febrero de 2013

VIOLENCIA, MALDITA VIOLENCIA, ASÍ COMO DICE LA CANCIÓN


Por Yola Mamani

Pues la violencia en todos los ámbitos y circunstancias es repudiable, porque además esta violencia generalmente viene de aquel hombre con poder económico, social, político y físico.

La violencia contra las mujeres también es una manifestación del poder que la sociedad patriarcal les ha dado a los hombres sobre las mujeres. Los hombres creen que las mujeres les pertenecemos y creen que tienen el poder de acabar con nuestras vidas, matándonos o anulándonos como personas. Y es peor en el caso de militares y policías, que se forman en escuelas de violencia y que suelen contar con la complicidad de sus mismas instituciones que son una garantía de impunidad para los agresores.

Es el caso del policía Jorge Clavijo Ovando, quien, sin piedad, asesinó a su esposa Hanali Huaycho con 15 puñaladas, delante de la mirada de su pequeño hijo de 5 años. Este hecho nos ha consternado a todos y todas, pero en especial a las mujeres, porque este tipo de crímenes ocurren con demasiada frecuencia, aunque no siempre tiene la gran cobertura de los medios como en esta ocasión. Miles de mujeres mueren en manos de sus maridos, concubinos, novios y enamorados y ningún periodista ha salido a marchar por ellas, como ocurrió con la marcha de la semana pasada, y menos ha aparecido alguna ministra oportunista, como las que vimos en esa marcha, la de Comunicación, la de Autonomías y la de Transparencia.

Nosotras, como mujeres, tenemos que denunciar y no quedarnos calladas, de lo contrario son convertiremos en cómplices de este tipo de crímenes que ocurren a diario con las mujeres.

Como trabajadora del hogar he visto con mis propios ojos cómo mi empleador comenzaban a gritarle a mi empleadora, por cualquier cosa, y muchas veces terminaba golpeándola, le arrastraba de los cabellos, le dejaba moretones en la cara, que ella escondía con maquillaje para ir a trabajar. Encima de pegarla, la humillaba; todo el tiempo le decía que era una sonsa, para lo peor lo hacia delante de otras personas que nada tenía que ver en el asunto. Y estoy hablando de un hombre que viene de una denominada “buena familia”, un hombre profesional

Cuando vi por primera vez cómo mi jefe la golpeaba a mi jefa, me asusté mucho y solía esconderme bajo las gradas, porque entonces todavía era niña y encima era muy tímida. En mi casa tampoco había visto nunca que mi papá la pague a mi mamá, nunca. Pero al ir creciendo me armé de valor y me ponía del lado de mi empleadora y nos defendíamos entre la dos de mi empleador machista y violento.

Teníamos que aguantar de todo, porque él era el jefe de familia y el prácticamente mantenía la casa con su sueldo, porque la señora ganaba muy poco. Y yo por ser una imilla bocona, como me decía, y por alzarle la voz al jefe tenía que aguantar sus amenazas, muchas veces me decía que no me iba pagar mi sueldo, sí es que seguía sacando cara por su esposa.

Viendo tanta agresión, a mi empleadora yo le decía que vaya a denunciar ante las autoridades y ella me decía que no me metiera, y que no le cuente a la señora de la tienda. Y cuando me dijo eso yo le pregunté ¿por qué tanto le aguantas?... ¿a qué le tienes miedo? ¿acaso tú eres como nosotras ignorantes, que desconocemos las leyes? así le decía para que por lo menos de esa forma reaccione. Pero nunca lo hizo. Casos como estos hay un montón y nosotras las trabajadoras del hogar somos testigos de la violencia que se ejerce en los hogares donde prestamos nuestros servicios.

Ahora viajando a las áreas rurales para hacer entrevistas, también veo a muchas mujeres con los ojos verdeados y la cara llena de heridas; las compañeras casi siempre están temerosas, casi no hablan y si es que hablan lo hacen sin elevar la mirada y se cubren la cara con el sombrero para que el resto no se entere que su marido es un violento. Y cuando les preguntas si su marido la golpea, ellas siempre te dicen que no, aunque esté llena de moretones.

Entonces ahí podemos ver que nuestra sociedad sigue con una mentalidad machista y muchas mujeres tienen vergüenza de que se enteré la gente y peor de denunciar, porque sabemos que a muchas mujeres lo primero que le dicen en la Policía es ¿qué habrás hecho para que te pegue? Los que deberían sentir vergüenza son los agresores y también las autoridades de las comunidades que mantienen y defienden los usos y costumbres que nos someten y encubren la violencia. Por ejemplo en las áreas rurales te vas a quejar al secretario general, pero lo que hacen es hacerte sentir culpable y se vuelven conciliadores para que sigas viviendo en violencia; las mismas mujeres te dicen “tu marido es pues, tienes que nomás aguantarte”. En eso acaban las denuncias en las áreas rurales. Por eso para acabar con la violencia es muy importante también cuestionar nuestra cultura.

Yo me pregunto ¿acaso tenemos que morir para que la gente reaccione? ¿O morir para  que los políticos  te manejen como su bandera?

Tanto están hablando de la ley del feminicidio, pero nada bueno sale cuando se trabaja al  calor del momento. Como mujer trabajadora espero también que no sea una más de tantas leyes que ya tenemos y que no se aplican, porque los mismos que hacen las normas son quienes las infringen y qué mejor ejemplo que el asambleísta de Chuquisaca Domingo Alcibia, ya saben quién es, el legislador que violó a una trabajadora en el mismo recinto donde se dictan las leyes.

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