viernes, 19 de octubre de 2012

LA SIEMBRA Y LA COSECHA,UN ENCUENTRO TAMBIÉN IDEOLÓGICO


Por Yola Mamani

La siembra y la cosecha son buenas cuando llueve en su tiempo. Entonces, en las áreas rurales esperamos que llueva, mientras que en las ciudades eso nos es casi indiferente; lo que sí nos preocupa es que los precios de la canasta familiar no suban hasta las nubes, como suele pasar.

Esos dos momentos del año, por lo general coinciden con las fiestas patronales, que se han convertido en la guía para sembrar y cosechar, cuando antes más bien las y los agricultores se guiaban por las señales de la misma naturaleza, como la aparición de algunas aves. Esos días de fiesta y de trabajo son para encontrarnos entre paisanos y paisanas, entre familiares y también amigos y amigas, y compartimos comida y bebida; también conversamos sobre moda, sobre nuestros amores y desamores en las ciudades, adonde emigramos muchas y muchos dejando a nuestros padres y madres, a las abuelas y abuelos. Casi nunca hablamos de nuestras tristezas, al menos entre mujeres, de los hombres no sé, pero no creo.

En la fiesta, la cuestión es divertirse al máximo, como si fuera el último día de tu vida, porque sabes que en la ciudad no puedes divertirte como en tu pueblo. Aquí, en la ciudad, más nos preocupa si nos roban las joyas que usamos o nuestro sombrero; regresar a la casa también es una preocupación, porque a veces vivimos lejos, así que no logras una diversión completa, como en tu comunidad. Eso pasa en las fiestas rurales, además estás con tu gente de confianza.

Después de la fiesta viene la siembra o la cosecha, dependiendo de la época. Esos momentos también son para encontrarnos y trabajar de manera colectiva. En mi comunidad se produce papa, oca, trigo y quinua. Como somos muchas personas juntas, hablamos de todo, pero fundamentalmente se genera debate ideológico.

Las personas comienzan a discutir sobre el gobierno y su actual política, y también sobre las distintas tendencias ideologías que profesamos.

La última vez que fui a mi comunidad, que está cerca de Warisata, mientras en fila recogíamos los productos de los surcos, entre primos discutíamos sobre el Tipnis. Quienes se quedaron a vivir en el campo no estaban muy al tanto, así que fue un momento también para explicarles que la gente del oriente no es floja, como me hicieron pensar durante mucho tiempo o como dijo el Presidente, sino que sus tiempos de trabajo y sus formas de trabajo son diferentes a las que tenemos en el altiplano. Hombres y mujeres defendíamos nuestras posiciones, y nadie se quedaba atrás para hacerse escuchar.

Pero también hablamos de la economía del país y hasta de deportes. En algún momento sentí que podía haber una pelea entre los hombres que discutían, eso hubiera pasado en la fiesta, estoy segura de que se agarraban a golpes. Pero el debate en medio de la cosecha o de la siembra es diferente, parece que el duro trabajo apacigua las furias y nos hace reflexionar. Además me imagino que como los hombres compiten para ver quién gana, no les queda fuerzas para pegarse. En el caso de las mujeres es diferente, porque a pesar de que tenemos distintas opiniones sobre los diversos temas que tocamos, nos ayudamos entre nosotras para terminar nuestro trabajo todas al mismo tiempo.

Seguramente pensarán que en las asambleas generales, las discusiones tienen la misma intensidad, porque nos reunimos para debatir y tomar decisiones. Pero resulta que no es así, porque en las asambleas rige la estructura vertical de las organizaciones y las llamadas “bases”, a veces no tenemos espacio para discutirle al dirigente y es peor en el caso de las mujeres, porque los hombres hasta se burlan si alguna se anima a hablar.

Quién se podría imaginar que la cosecha y la siembra son espacios horizontales para charlar y discutir sobre temas coyunturales, y ahí no necesitas que nadie te de la palabra, porque puedes tomarla nomás.


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