Por Gaby Mamani
Hace tres semanas atrás fui
a visitar a mi hermano que se encuentra
trabajando en Villazón, perteneciente al departamento de Potosí. Allí,
en la frontera con Argentina, existen grandes necesidades, no hay trabajo, las
tierras áridas, solo hay cactus en los cerros rojos. Me dio tristeza por la
gente del lugar y por los animalitos que no tienen forraje que comer.
En cuanto al trabajo, en
este pueblo fronterizo, la mayoría de la gente
se dedica al comercio, al trabajo de bagalleros, es decir que trabajan como
cargadores, trasportando cosas desde la Argentina hacia nuestro país. Miles de
sacos de harina, arroz, aceite, soya, leche de soya, leche en polvo, pañales,
verduras, de todo, se mete a nuestro país, sean productos ilegales o con
autorización, mientras que desde aquí, no se puede exportar casi nada sin el
control estricto.
Allá también ya se siente
el fin de año, porque hay bastante gente migrante de Norte Potosí y de otros
departamentos cercanos a la frontera, que se desempeñan como “bagalleros” o
cargadores. Hombres y mujeres trabajan cargando bultos enormes, aunque hay una
pelea constante entre los mismos compañeros y compañeras que trabajan en ese
rubro, porque los “sindicalizados” pueden cruzar sobre el puente, sin embargo
la gente que emigra temporalmente tiene que buscarse vías alternas para cruzar,
porque quienes se han organizado en sindicato no les permiten pasar sobre el
puente; hasta en eso existe competencia. La gente sindicalizada dice que hacen
el control para garantizar lo que está entrando al país, como si solo por
cargar ellos cualquier producto, se garantizaría su legalidad.
Mayormente la gente del
lugar se dedica al comercio y al trabajo informal, también hay gente que ofrece trabajo de
confección, cuando te ven como migrante y recién llegado o llegada del campo,
hacen ofertas increíbles para que una acepte trabajar como confeccionista. Gritan “quien quiere irse a Buenos Aires
–Argentina! pasaje pagado” otra frase que escuche mucho decir a diferentes
personas fue: “ella o él es mía, con su hijita más”. Cuando me di cuenta, me
asusté bastante, porque hablaban de mí, que estaba más preocupada de cuidar a
mi hijito y mis pertenencias.
Es sorprendente como tratan
de convencer para el trabajo de confección, sin conocerte, sin saber si estas
interesada o no, sin saber si te gusta
confeccionar o si sabes hacerlo. No importa las razones por las que llegaste
ahí, ven que eres una mujer aymara o de pollera y piensan que quieres trabajar,
sobre todo están atentos de quienes son tímidas o están solas y las persiguen
para convencerles, ofrecen dinero, pasajes, casa, todas las maravillas que la
mayoría de las veces no son reales y saben hacer cruzar la frontera aunque no
tengan documentos, tienen todo para atraparte y están listos con su taxi que
cruza hacia la Argentina.
Fue la primera vez que visito
una frontera y veo que está muy descuidada, abandonada y las autoridades no
hacen nada contra el abuso que sufren allí las personas que tienen la necesidad
de migrar.
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